sábado, 26 de noviembre de 2011

Levitadores magnéticos


Ya era oficial. Había llegado el invierno. Llevaba meses enfrentándose al pánico de la hoja en blanco desatendiendo a las verdades que sólo conocía su libreta. Ni siquiera ella era consciente cuando se vio obligada a cambiar la razón del to be or no to be de Shakespeare, por la lucha del sentir o no sentir de su mente. No lograba concentrase y su inspiración se había desvanecido con el viento del desierto que le arrastró hacia las dunas del sur del país. La última vez que se vieron cruzaban la frontera del otoño. No se creyó que le habían secuestrado hasta que logró acceder al campamento y vio con sus propios ojos, que las noticias que llegaban desde El Ministerio de Exteriores eran ciertas. Ella corrió y logró escapar mal esquivando a la guerrilla. Hay fórmulas matemáticas que no responden al número que llevamos dentro por muchas combinaciones que hagamos. Sólo la teoría del big bang que dio origen a su universo, explicaba la ley física que les unía. Y por eso ella mantenía la esperanza de que siguiera respirando, aunque pasaran las estaciones sin mencionar la desaparición en sus conversaciones.

Estés donde estés, tengo que contarte algo antes de que sea demasiado tarde. Una mañana de dos inviernos antes me desperté a escondidas llamándote para despedirme. Un mediodía de dos primaveras antes, me desperté vomitándote entre colillas y latas de cerveza vacías pisando la guitarra que el día anterior acompañaba sus letras. Una tarde de dos veranos antes me desperté soñando que abandonaba esta ciudad sin brújula. Tengo que contarte algo antes de irme de este lugar sin lluvia. Nunca son como te quiero.
Los gritos al otro lado de la habitación le recordaron que no estaba sola y mientras repartía el peso en la última bolsa, intentó sacar los cascos imaginarios para cantar la última canción.... pero no lograba recordar como seguían las notas. No te escondas haciéndome desaparecer arrastrando tus miedos –gritó antes de que volviera a huir cerrando de un portazo esa puerta reluciente-. Si no me ha matado ya, nadie lo hará.
Caminó sin rumbo hasta desaparecer entre la muchedumbre. Sin darse cuenta recuperó las horas de sueño en el césped donde solían jugar al escondite despistándose detrás de los árboles para no leerse las verdades que replicaban. No sabía en qué calle estaba cuando esa niña de rizos negros y mirada intensa empezó a cantar písame por encima y mátame a los conductores que no respetaban los pasos de cebra. No debía de tener más de 5 años. Sus hermanas repetían los gestos mientras bailaban desafiando a los coches en mitad del cruce. Al principió las miré sorprendida y las esquivé, pero cuando su madre se dirigía hacia a ellas dispuesta a echarles la bronca, no pude evitar dar media vuelta y unirme al corro imitando su inocencia que, en mi caso, daba por perdida. Bailé con ellas hasta que los coches se impacientaron con insoportables pitidos. Su madre no salía de su asombro y yo me retiré de nuevo sin despedirme. Recuperó pronto la conciencia pero no dejaba de darle vueltas a cómo esas niñas pronunciaban la palabra “mátame” sin tabúes y sin miedo mientras ella se empeñaba en resucitarle inmóvil atada a esa silla.
Tengo que contarte algo. No. No dejes de respirar. Hoy tampoco serás ceniza. No soy yo la que me voy. A mí no ha venido a buscarme todavía pero un día llamará a mi puerta y a la tuya... y a la suya también. No hay escapatoria posible. Ese día dejaremos de bailar. No importará que tengamos 50, 65, 70, 90 o incluso 100. Él, sólo 42, 12 años menos que la edad que juntábamos cuando nos conocimos. Ahora sumamos 58, casi rondamos los 60 y dentro de poco podremos utilizar el abono de la tercera edad para no tener que colarnos.
La noche en que cambiaba de estación, volvieron a encontrarse en sueños plagados de escenarios reales. Se les olvidó adelantar el reloj y le arrebataron a la luna sus horas envueltos rozando sus pieles, recordando sus olores. Estaba a punto de amanecer. Cuando llegó el alba apretó su mano, cerraron los ojos y corrieron sin tropezarse. Conocían hasta el último detalle de ese callejón aunque con los años había cambiado el brillo de sus paredes y el suelo resplandeciera sin una sola mancha. Siguieron hasta el final del túnel pero sus sonrisas y caricias se cortaron de golpe. Me preguntaste “¿Qué es esa luz? Me deslumbra y apenas puedo verte” –“Ha llegado tu hora. Ya puedes cruzar” –le contesté-. “Prométeme que en tus horas de sueño nos convertiremos en levitadores magnéticos- me dijo mirándome a los ojos- “Siempre” –le contesté. “Será nuestro secreto”. Estrujé con toda mi fuerza sus manos y me costó soltarlas y vencer el miedo que nublaba la esperanza de volver a verle con vida, pero no podía retenerle más tiempo en el limbo. Al fin y al cabo, era imposible arrebatarle a la muerte lo que era suyo. Al despertar interrumpieron mi sueño de abrazarle. El sol brillaba con intensidad. Sabía que era él riéndose de lo complicado que resulta ensuciar de tinta hoja tras hoja intentando explicar algo que nunca ha sucedido. Me había perdonado. Entonces supe que los periódicos, por muy sensacionalistas que fueran, no mentían cuando anunciaron que sus restos habían aparecido en el Desierto y yo ya no podía regresar a recuperarlos porque no le devolvería la existencia.

Ya era oficial. Había llegado la primavera.

viernes, 22 de julio de 2011

martes, 19 de julio de 2011

Fenómenos para normales

Es extraño atravesar los valles sin tropezarse con las rocas de las montañas, sin rozar las cimas ni sus pies, ignorando los volcanes. Es extraño observar tus ojos sin gafas de sol y saludar a la luna sin reproches. Es extraño que te sobren las palabras sin silenciarlas. Es extraño sentirte observando tus labios sólo de reojo. Es extraño comprender tu lenguaje sin esforzarse en desencriptar códigos erróneos. Es extraño escucharte admirándote y cantar sin pronunciarme. Es extraño no reclamar las palabras no pronunciadas desintegradas con el viento. Es extraño tenerte cerca aunque estemos lejos. Es extraño respirar el aire puro sin contaminarnos, reconocernos riéndonos sin implorar a la lluvia sus lágrimas. Es extraño no echarte de más ni de menos. Es extraño no disfrazarme buscando tu aprobación. Es extraño no invocarle a la biblia su perdón dejándonos llevar sin volar. Es extraño no arrollarme en la oscuridad del pasado, viviendo los colores del presente sin planear un final feliz en el futuro. Es extraño pensar que si una ola me arrastrara al otro lado del Océano y no pudiera respirar, no dudaría en pasar mis últimas horas teniendo fenómenos para normales.  

lunes, 11 de julio de 2011

No se me ocurre ninguno

Suenan las campanas
anunciando tu llegada
en un cruce de miradas,
lejos de nuestras casas.

Cerca
mirándonos sin reconocernos,
disimulando no conocernos.

Lejos
mi mente olvida volar los kilómetros recorridos
sin recordar tus sonidos

Cerca
la luna nos hace perder la inocencia
que me devuelve el sol sin impaciencia

Lejos
No tengo las manos limpias para curarte la herida.

Cerca
No hay sombra sin luz
ni sol sin luna

Lejos 
No existe el día sin noche
ni pretericiones sin rendiciones.

sábado, 18 de junio de 2011

Eclipseándose

Podía fingir y mentir diciéndole que no lo sabía pero llevaban días anunciándolo en las noticias. Aunque era el tercero este mes y ya deberíamos acostumbrarnos, el de anoche sería el más intenso. Por eso era raro que el eclipse total les pillara desprevenidos. Tampoco junio. En el hemisferio sur, las estrellas, brillaban con más intensidad celebrándolo. Aunque compartan cielo, su sol es su luna. Me salgo de su cuerpo y observo la escena desde el otro lado del cristal. Ella se ahoga, imagino que no puede soportar este calor aunque el termómetro indique los 30 bajo cero. Su capacidad pulmonar desciende con el segundero de mi reloj al son de su ritmo cardiaco que, por los temblores, me hace pensar que aumenta cada vez más. Ella escucha atentamente mientras intenta reconstruir los instantes con imágenes. Hace el amago de gritar pero no puede. “He cambiado de sueño y tú, las realidades”, creo escucharla. Vuelve a aparecer el silencio, ella sigue “esperaste a que la tierra sobrevolara al sol y a la luna para que desapareciera la ciencia ficción. Yo amo lo sobrenatural y tú ahora eres real”. Ahora parece que gritan repitiéndose casi todas las palabras excepto las más importantes. Tantas escenas imaginándose ese final de instante y ahora le achaca su desastre. Entones lanza un grito seco.


El sudor invade el cuerpo blanco de la chica. No puede reprimirlo sin palabras. Esas palabras ajenas me acercan todavía más a ti. Salto al otro lado del cristal y recupero mi cuerpo. La entiendo y tengo ganas de abrazarla. Yo también olvido mi voz en determinados momentos del día y en el hemisferio sur pocas personas hablan mi idioma. Sólo desafino.


sábado, 11 de junio de 2011

Alabado sea el señor

Llevaban meses bailando las mismas canciones. Esa tarde se lo volvió a repetir sin modificar ni una sola coma, ni un punto... Solía mirarla sin pestañear y repetía el mismo gesto una y otra vez. No importaba que cambiara de estación, que lloviera o que saliera el sol. Esos ojos seguían sin pestañear. Ella reprimía la verdad pero no mintió cuando le dijo que esa noche no la esperara con la mirada perdida buscando su centro en las alturas. Sería la primera vez que no iba, pero él no se lo creyó hasta que no la vio aparecer. Entonces supo que decía la verdad. Esa noche tampoco encontró la respuesta.

Y durmió soñando que flotaba entre las aguas de las Islas Galápagos que separan el hemisferio norte del sur. La fuerte corriente la arrastraba al norte pero ella siempre prefirió el sur y no se dio por vencida. Tenía que comprobar con sus propios ojos que los libros de texto no mentían cuando teorizaban sobre el efecto Coriolis en el hemisferio sur. La idea de que el sol atravesara el cielo de este a oeste siempre le llamó la atención. Por la noche es de día y de día, oscurece. Por fin podría exprimir a la luna sin remordimientos. Dicen que durante el día, su todavía noche, si lograba ganarle el reto a las olas, las sombras girarían en sentido contrario a las agujas del reloj. Nunca sabremos si traspasó la línea del Ecuador porque, dos horas más tarde, un sonido familiar interrumpió su sueño. Hasta que logró identificarlo, volvió a cerrar los ojos para seguir navegando, pero esa melodía horrible del teléfono no cesaba.

-“Buenas noches señora. Disculpe que le molestemos a estas horas pero ha sido seleccionada para participar en el test pionero de implantación de recuerdos”.
-“Le repito que se han confundido. Yo no he participado nunca en ningún concurso"
- insistió cuando la odiosa melodía volvió a alejarla del mar-
-“Creo que hay una confusión señora”
-“Y dale con señora” –le interrumpió
-“Su nombre figura entre las candidatas. Ha sido una dura selección pero sin duda, usted cumple con todos los requisitos. Su perfil supera a la media”
-“¿Cómo? ¿Mi perfil? ¿Cómo sabes quién soy?” –Ella detestaba que las personas que casi no conocía le trataran de amiga y esa voz, pretendía hacerle creer que sabía quién era-.
-“¿Y si lo imaginable pudiera suceder en realidad?”
-“Espera un momento... Esa frase la había leído antes. Sí, hablaban de esa campaña publicitaria en la radio en el programa de la mañana. Pero yo no tengo alzheimer.... Guardo mis recuerdos desde que cumplí los 10 años en cajas que voy cambiando de lugar con las mudanzas y que decidí bautizar como “éste será mi baúl de los recuerdos”.
-“Ha olvidado que estuvo en nuestras oficinas ayer? Guardamos su documento firmado” Colgó pero sonaba por tercera vez.
-“Déjeme que se lo lea. No cuelgue. Ha olvidado su cita pero ya tenemos el diagnóstico. Por eso nos vemos en la obligación de llamarle a estas horas. El plazo se pasa. Procedo a la lectura del documento.
Se quedó blanca mientras escuchaba al otro lado del auricular.
-"(....). Es decir, tiene amnesia parcial localizada"

Qué alivio...Fue el minuto más largo de los últimos 1078 días.

Y sí, ésa era yo. Y sí, recuperé mi memoria. Y sí, llegué a cruzar el otro lado del océano. En el hemisferio sur llega la primavera en invierno. Hace mucho frío pero las tormentas tropicales y los huracanes se mueven con el sentido del reloj y aquí las agujas funcionan de forma inversa. Por eso en Australia, aunque nieve, para darnos calor, paseamos desnudos por la calle.

domingo, 5 de junio de 2011

Combustiones resplandorosas

No te lo puedo explicar, yo tampoco lo entiendo. Llevaba años engañándome y defendiéndoles justificando sus actos atroces y premiándoles cada cuatro años en la llamada fiesta de la Democracia.

Entonces me quedé dormida.

Ese día llegó tarde al ensayo. Es raro porque suele ser bastante puntual pero se entretuvo escuchando el principio de nuestro despertar.
En el momento en que vi esas letras azules que resaltaban el marrón del viejo cartón reclamando justicia con letras que brillaban gritanto "Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir", soñé.

Éramos miles las personas que decidimos tomar las calles aquella tarde denunciando la situación actual de engaño a la que estamos sometidos. Tu cabeza sobresalía del resto. Siempre fusite el más alto del colegio. Créeme que dudé, caundo ví que alzabas las manos en alto, de que era tu figura la que reclamaba justicia. Hasta ese día no te habían importado las desigualdades, los desahucios ni pisotear a tus vecinos. Era la primera vez que te veía con ganas de vivir. Esos gritos reclamaban años perdidos. Entonces supe que aquello no era un juego. Se trataba de una auténtica revolución. Los ciudanos, muchos de ellos hasta ese momento pasivos, pasaron a formar parte activa de la sociedad con más fuerza que nunca. "Nos tendrán que escuchar" -gritabas- "¿Cómo? Si te robaron las palabras, inmerso en tu silencio". Era tal tu emoción, que lograste contagiarme de ilusión. Y de esperanza, también. No lo perdimos todo en las urnas porque todavía estamos llenos de futuro. Ese domingo intercambiamos eslogans, pancartas y empezamos a ser ejemplo del mundo entero. El respeto y la alegría sobrepasó las calles e incluso se empezaba a respirar en los pasillos del metro con caras de viernes a pesar de que fuera lunes. Nuestro civismo no reconocía a nuestras personas y abríamos las puertas sin que el de atrás se estampara con o contra ellas. Pero no era suficiente, teníamos que expresar nuestra indiganación asentándonos en la plaza que recorríamos cuando volvíamos a casa. Quién nos iba a decir que, unos meses más tarde, acabaríamos durmiendo ahí en sacos de dormir. La civilización estaba tomando un nuevo rumbo. Desde el principio tuvimos claro a pesar de la heteroneigidad, que es lo que hace a los indignados especiales y fuertes, teníamos que ser ejemplo y referente. Es cierto que cuando nos despertamos a primera hora para seguir convirtiendo las ideas en acciones no pude contener mi risa al verte con la escoba recogiendo los restos de colillas y papels de la noche anterior pero, lejos de una imagen anti lujúrica, pensé, "algo está cambiando". Esa noche tu brazo, las piedras incrustadas en mi espalda y las sirenas de la policía advirtiéndonos de la llegada de los antidisturbios que provocan disturibios, poco pudimos dormir, pero el recuerdo al dia siguiente de un grupo de chicas llevándoles comida a esos hombres disfrazados ocultando sus identificaciones que horas antes habían intentado echarnos y aceptándola, nos despertó ¿Estarían también de nuestra parte? Aquella mañana yo te serví el desayuno mientras te quitabas la última legaña. ¡Resistiremos! - exclamaste- ¿Estabarías bajo los efectos del alcohol del mes pasado? -No. Imposible-Aquí no se bebe. Así no tendrán ningún pretexto para echarnos. Al día siguiente en la redacción todo permanecía igual, a pocos kilómetros se gestaba la revolución y ahí, como buenos informadores, todos permanecían inumenes a lo que estaba sucediendo. Fue el primer tema que propuse pero, por lo visto, en esa sala, era la única que sabía que algo muy grande estaba a punto de suceder. Menos mal que el resto de la plaza estaba organizando las primeras movilizaciones. De repente descubrí que tu móvil también estaba revolucionado y, sin alimentarlo de whisky, se pasó todo el día actualizándome de los últimos progresos. Ya de camino hacía la plaza cerebro de las operaciones, escribiste "tenemos casa" ¡Qué poco les ha costado ceder y aceptar una de nuestras primeras demandas... Me costó encontraros ante la multitud que ya se sumaba a nuestras demandas pero de repente "cierra los ojos" y ahí estábamos plantados en mitad de la Puerta del Sol con una tienda de campaña decorada con frases ingeniosas recogiendo indignaciones. "y con ventana para acercarnos a las estrellas" ¿Qué más se podía pedir? Esa noche pudimos dormir y volver a soñar. Al día siguiente los medios de comunicación se hicieron eco por fin de lo que estaba sucediendo y, como nos nutrimos las unos de los otros, no íbamos a ser menos. Ese día tenías que irte de viaje. Tú aprovecharías para dormir en un hotel y yo para ducharme. El campamento seguía en pie y cada vez llegaban más boys and girls scauts. Estábamos agotados y las ideas se agolpaban en nuestras cabezas pero la fuerza que se respiraba y las inquietudes que nos habían movido hasta ahí, seguían floreciendo ¡Cuida de nuestra casa, volveré en dos días! Éramos ya una gran familia. Hasta habíamos hecho buenas migas con el perro del vecino que no quería dejar sólo en su casa de ladrillo especulado. Yo que simpre había detestado a los perros... Eso sí que era una novedad... El movimiento cobraba más vida con las horas y la gran organización agilizó la creación de diversas comisiones para facilitar las acciones. Lo más importante era debatir, proponer y sumar nuestras manos para aprobar formas de actuación. Aunar nuestra energía sigue siendo fundamental para no quedarnos en el olvido y por eso nos hacemos perenmes en los barrios donde muchos ponemos cara por primera vez a nuestros vecinos.

Pasamos a ser "compañeros". Nunca antes se me hubiera ocurrido llamarnos así pero me pareció una buena opcción después de llevar meses siendo inventados en definiciones. Además, a partir de ahora cada vez que habláramos de personas utilizaríamos el femenino. Que seas el más alto no significa que entre nosotros no exista una jerarquía horizontal. Aquí no hay líderes, razas, clases, edades ni nacionalidades. No somos números, nos hemos convertido en letras que, conjugándolas, se convierten en consolidados significados. Y la fuerza hace la unión. Por eso, aunque no siempre estemos de acuerdo ni nos muevan los mismos intereses inmediatos, cada movimiento tiene que estar consennsuado en las asambleas porque, absolutamente todos los que estamos aquí , nos sentimos engañados e indignados con el despotismo del poder y tontos no somos. Eso lo estamos demostrando con nuestra voz, a veces entre lágrimas sin poder contener emociones, con un turno de palabra que te van otorgando los moderadores. Sí, es verdad que somos muchos y a veces los sueños se pueden confundir con cierta utopía pero puede ser escuchada sin gritos, sólo con gestos, como a menudo, nosotros. Hasta los mudos han recuperado su voz con  profesionales que les interpretan las propuestas para que puedan votar. Porque esto sí que es Democracia (en mayúsculas). Lo verdaderamente interesante y emocionante es que las palabras se convierten en acciones a través de diverosos grupos de trabajo cubriendo diferentes materias. Es aquí donde reside el futuro porque no nos van a callar, esta vez NO, por eso decisimos despertar. 

martes, 24 de mayo de 2011

Cristales Iónicos

Hacía días que no volvía a mirarme en ese espejo. Desde pequeña tengo la extraña sensación de que es anti natural ver a una doble disfrazada de tí imitando tus gestos. Por eso detesto ir de compras, suelo intentar atravesar paredes de forma inconsciente y acabo cubierta de moratones. Esas láminas destruyen ilusiones y provocan distorsiones confundiendo mis deseos en prácticas masoquistas. Así que decidí deshacerme de él y convertirlo en reliquia reproduciendo un sólo cristal en varios trocitos a base de pequeños golpes. Lo envolví con varios trozos de revistas y de periódicos para no cortarme y cubrí el marco con papeles de titulares que me dispuse a dejar de coleccionar. Bajé los cinco pisos con el resto de bártulos que le restaban metros cuadrados a mi nicho de alquiler y tiré todo al contenedor más cercano sin reparar en el reciclaje de materiales. Tenía un largo viaje por delante y debía dejar la casa lo más ordenada posible para que los siguientes inquilinos pudieran colocar sus pertenencias.

Invierno, primavera, verano, otoño, un nuevo invierno y otra primavera.

París, Londres, Estocolmo, Praga, Turquía y Nueva York. Cuando me subí los 102 pisos del Empire State, situado en el centro de Manhattan, pensé que ya era hora de volver a casa. Ese mismo martes me planté en el aeropuerto y compré el billete de vuelta. Al aterrizar, pasé por casa y, sin deshacer las maletas y con la misma ropa de hacía dos días, fui a reencontrarme con mi rincón favorito de esta caótica pero adictiva ciudad.

-¡Joder! ¡Cuánto te había echado de menos!-

Había mucha gente a pesar de que era miércoles. Con el tiempo, el Templo de Devod, se estaba convirtiendo en un reclamo turístico, pero no importa, el núcleo arquitectónico del Santuario seguía intacto. Entonces recordé a mi profesora de historia explicándome que una de las salas del Templo era un mammisi y ya entendí por qué este lugar era mi punto de partida. A pesar de que separaban kilómetros mi lugar de nacimiento de la Plaza de España, yo sentía este rincón mío.

El monumento lo donó el Presidente de Egipto para agradecer al Gobierno español su ayuda por salvar los restos arqueológicos del Valle de Nubia y, aunque lo que llegó es una réplica del santuario primitivo, conserva las raíces de Devod como Templo de culto. No sé si de los dioses, pero yo también me siento protegida en este lugar del bullicio. Si cierras los ojos olvidándote de los de al lado que discuten de quién hace la foto, encuentras la calma y respiras la paz. El agua que lo rodea continúa cubierta de hojas, latas, colillas... pero los restos más antiguos se remontan al Imperio Medio y, antes de transportarlo a España, tuvieron que hacer grandes labores de restauración, reconstrucción y conservación. De Nubia viajó a la antigua Siena, después a Alejandría y, antes de llegar a Madrid, pasó por Valencia.

Después de hacer un par de fotos y de ver cómo el sol se apoya en la luna despidiéndose de ella hasta mañana, me cruce con un gato negro ¿Sería la reencarnación del dios Amón como cuenta la leyenda?

Esa noche recorrí las calles que tantas líneas habían dedicado mis libretas. Cuando pasé por la vía principal, mis ojos se quedaron clavados en el escaparate de una tienda que no había visto antes. Sí, era él. No tenía ninguna duda. Reconocí su olor a pesar de que nos separaba la luna del escaparate. Estaba restaurado y no tenía el mismo color pero era mi espejo. Lo había tenido durante meses decorando mi rincón. Sin embargo, era la primera vez que me detenía a contemplarlo. Descubrí que no era un espejo más formado por cristales covalentes ni metálicos. Era un espejo de cristales iónicos. Les diferencia del resto porque la fuerza que les mantiene unidos es electroestática y eso por lo visto significa que este tipo de vidrio “tiene puntos de ebullición altos”, que debe ser algo así como que la gran fuerza de cohesión hace que los iones permanezcan unidos. Quise abrazarle, recuperarle y pedirle perdón por haberme deshecho de él sin consultarle pero era tarde y el negocio ya estaba cerrado.

Sin darme cuenta había perdido el miedo a mirarme. Empecé acercando mi pierna y sí, se ajustaba a mi tamaño; después los brazos, también coincidían; y, por último, mi rostro, efectivamente los lunares y la nariz correspondían a mi cara ¡Era yo! Empecé a saltar de alegría, a gritar y hacer varias muecas divertidas haciendo reír a los transeúntes que pasaban con caras de asombrados. No. No se trataba de una performance, esa figura distorsionada que aparecía reflejada sólo fue fruto de mi imaginación. Mi cuerpo estaba intacto y nuestra esencia seguía siendo la misma. Ya no necesitaba ocultar mis curvas en ese espacio demostrando que era perfecta ni aparentar que era otra persona la que estaba imitando mis gestos. Por eso quería mantener mi destello en el cristal y verme reflejada en él de nuevo. Había conseguido ser yo y sólo yo, y, es verdad que nada es imprescindible pero tampoco se es materialista por madrugar al día siguiente, ir a la tienda y no querer renunciar a ellas para seguir siendo feliz. Aunque ocupen otro lugar de la pared.

domingo, 15 de mayo de 2011

sábado, 2 de abril de 2011

El resurgIR

Veinticinco meses
son suficientes para clavarnos 
los dientes.

Vivo.
Cuando mueres
los dolores arden en mi pecho.
Los agujeros se reproducen.
Afilo tu espada ¿Lo sientes?

Te escondes bajo mi sangre en tu sábana y te recreas.
Me ensucias, me salpicas
y no me suplicas.

Muero.
Cuando vives
te reflejas en mis labios
y en los tuyos.

Cuando mueres, me reflejo en tus labios
y en los míos.

Saltas, gritas, punteas y alzas
palabras estridentes.

Resurgimos.
Resucitas en silencio
y a escondidas. Ensucias.

Renacemos ardientes.
Me tienes.

Redibujas mis lunares
en trozos,
tus recuerdos.

Reapareces y sientes.
Lo sientes.

Te arrepientes
y me quieres.

Prometes.

Vivo y muero
¿Sobrevivo? Resucito.

Tengo miedo a no Reconocerte
y conocerte.





domingo, 13 de febrero de 2011

Lo que no es

Aviso: Ni este sonido, ni la letra, ni estas líneas son reales. Hace lo que parece, pero no lo es.

Sólo la pureza del aire que respiramos es real y ni eso, porque rozamos altos índices de contaminación en esta ciudad y en la que decidimos adoptar.

domingo, 6 de febrero de 2011

OMISIÓN

Caminamos horas buscando la verdad para descubrir que yo había sido la mentira.

Miedo en invierno. Silencio en primavera.
Miedo en verano. Silencio en otoño.
Oscuridad.

Tan sólo 5 minutos y una calle, han separado el miedo y la lluvia, del silencio y el sol este invierno de paseos interminables al amanecer.

I'm going to Stop pretending that we didn't break our hearts

lunes, 31 de enero de 2011

Aclaración+prólogo=EPÍLOGO

1. ACLARACIÓN
No eres tú. No soy yo. Es sólo una pequeña parte de su historia. Fue ella. Es él. Hoy celebra su día uno en este espacio. antes sólo mío, como el título. Quizás para despedirse para siempre de la oscuridad de los muertos, quizás para saludar coloreando a los vivos o quizás sólo para imitar a los pájaros su vuelo y encontrar su ansiada libertad

PRÓLOGO

2.


3. EPÍLOGO

Una vez conocí a alguien como tú pero sentí tanto miedo, que me hice desaparecer.    
      "Lo sé"-contestó él-. Esperé durante un tiempo y después desistí. Si te soy sincera siempre albergué la posibilidad de volver a verte- Lo había intentado ya demasiadas veces ¿Por qué esta vez iba a ser diferente? "Deberías haberlo vuelto a intentar" -contestó ella-.
La casualidad ha querido que volvamos a encontrarnos. Durante todo este tiempo he fantaseado con la posibilidad de que eso ocurriera. A veces, te encontraba caminando entre la multitud, nos chocábamos. Tú te volteabas para asegurarte de que era yo, nos mirábamos con la extrañeza de quien desconfía de la realidad. Mi voz quebrada exclamaba un "lo siento". Tú te acercabas con suavidad, como si ya supieras lo que debías hacer, como si cada movimiento estuviera ya integrado en tu cuerpo, preparado para la ocasión: "no pasa nada", susurrabas en mi oído. Y ahí terminaba todo, nunca pasábamos de ese plano. Para mí era suficiente; Otras veces no teníamos tanta suerte, ya no estábamos solos. No había música de fondo ni la multitud se ralentizaba a nuestro alrededor mientras nosotros permanecíamos estáticos, mirándonos. Entones nos encontrábamos en la zona de embarque de un aeropuerto, en las colas imposibles de un museo, o, tal vez, en la entrada de cualquier otra atracción cultural. Siempre era agosto, como aquella otra vez, la que sí fue real o la que inventamos. Nos encontrábamos bloqueados en aquella cola, no podíamos salir, tampoco desplegar el arsenal de movimientos perfectos y frases guardadas para la ocasión. En ese intervalo de tiempo estábamos condenados a mirarnos a hurtadillas y a resignarnos mientras aceptábamos el curso inevitable de los acontecimientos.
No era nuestro momento, tampoco lo fue el de aquel agosto. Unas veces era bajo el desmesurado calor de Estambul, entre la marabunta encajada en una cola mal organizada y el torbellino de contrastes y sonidos infinitos. Otras tantas veces era aquí, en tu ciudad, en la que nunca fue mía aunque decidiera quedarme. Tú sobresalías entre los demás, había sorpresa en tus ojos pero también complicidad "nos pueden descubrir. No digas nada". Ella buscaba algo en su bolso, sólo tenía que levantar la vista y seguir la dirección de tu mirada. "Si nos descubren, todo se habrá terminado. Vamos atrévete, yo lo haría por ti." "¿Es que no te has dado cuenta? Yo tampoco estoy sola". Pero tú no puedes, nunca pudiste ¡Joder! Ni mi maldita fantasía puede. Disimulas y colocas tu brazo sobre su hombro. Murmuro algo que ni yo misma logro entender. No sé por qué me elegiste.
                              Ojalá pudiera hacer que desaparecieras tú también.

martes, 11 de enero de 2011

Y............

Es la pregunta que más he escuchado en los últimos días pero, para mí, no era una novedad viajar a la ciudad de los rascacielos. La última vez, hace justo un año, cuando recorrimos Manhatan disfrazados de Nickie Ferrante y Terry Mckay imitando los pasos que encarnaban Cary Grant y Deborah Kerr en el clásico Tú y yo. La idea de volver a pasear por sus grandes avenidas sin rumbo alguno y sin tu brújula que nos guiaba, me asustaba. Los especialistas me diagnosticaron a la vuelta agorafobia, pero yo, que ya sabes que me encanta inventarme los términos, prefería llamarle miedo a las alturas, en vez de a los espacios amplios. Dejar de vivir del recuerdo de esos edificios me aterraba. Por eso cuando me lo propuso acepté como terapia regresar a esas calles para redecorarlas de nuevas imágenes y crear mi propia película. Lo que él no sabía es que yo ya tenía comprado el billete de vuelta, un día antes de lo previsto, para evitar de nuevo esos pinchazos que no me dejan apenas respirar. Ese día me desperté tarde para descansar. El vuelo era por la noche. Él dudaba de que yo subiera a ese avión y se pasó toda el día llamándome con un repertorio amplio de canciones imitando mi despertador. Temía que pasara por tu casa a despedirme y perderme bajo tu edredón buscando cobijo. No era fácil acceder a mis recuerdos para borrarlos y volver a dibujarlos, pero no dudé en dejarlos en esta ciudad. Al fin y al cabo me reencontraría con tus restos en la intersección de la Quinta Avenida. Cuando llegué al aeropuerto, sólo diez minutos más tarde, vi su cara de alivio: “Has venido”- me gritó desde la otra punta del mostrador-. “Shhhh, no hables tan alto”- le repliqué. Él me empujaba, tiraba de mí y corría muy deprisa. Yo sentía que mis piernas se movían por inercia. No era capaz de asimilar la información de los paneles que anunciaban que estábamos a punto de embarcar. Cuando nos bajamos del autobús que nos conducía al avión, el último baile bajo la lluvia. No paraba de diluviar: “Eres lo mejor que me ha pasado” –decía-. Yo escéptica, sonreía. Pasó todo el viaje planeando mi futuro y anticipando las bandas sonoras que adornarían el final perfecto con el que todos hemos soñado. Yo le dejaba hablar. Me parecía divertido. Cuando aterrizamos, y sin pasar por el hotel para dejar las maletas y tomar aire, tenía preparada una sorpresa para mí. Cogimos un taxi y ahí estábamos bajo el Empire State, el rascacielos más alto de Nueva York después del atentado de las Torres Gemelas “¿Ves el último piso? Te cogeré en brazos y juntos, tocaremos el cielo”. Porque el Empire State era lo más cercano al cielo que tenían en New York (…). Me tranquilizó ver que estaba cubierto de nubes. De la agorafobia y el vértigo, a la claustrofobia pero no puso ningún impedimento para subir los 102 pisos por la escalera de incendios. Cuando me ahogaba, arrastraba de mí; si me sentaba, me levantaba y cuando daba media vuelta asfixiada, tiraba de mí. Sólo quedaban 30 pisos y las vistas eran cada vez más alucinantes. Por primera vez, en el piso 99 le adelanté. Ya no había vuelta atrás. Tenía tantas ganas de llegar…. Tenía la boca seca y me metí en uno de los pisos para darle agua. No me importaba perder 5 minutos más para tocar la cima. Sus piernas empezaron a fallar pero rápido ideé un sistema de cuerdas para sujetarle y contemplar la inmensa ciudad. Cuando puse el segundo pie en la azotea del último piso grité “Por fin, lo conseguí ¡Qué vistas! Es el mejor regalo que me han hecho nunca”. Una orquesta acompañaba con violines nuestro momento. “Ssssshhhhh. No grites”- contestó a mi emoción. Cuando terminé de pronunciar la última palabra sentí su mano rozando mi espalda y me provocó un extraño escalofrío. Yo me giré y le sonreí: “No quiero moverme de aquí. Quiero seguir De Viaje por el sol”. Él me devolvió el abrazo. “Lo siento” -dijo mientras dirigió su mano contra mi espalda-. Me empujó al vacío. Mientras volaba pensaba: “Si tuviera una barita mágica me haría desaparecer”. La presión no me permitía gritar. El miedo cortó mi respiración. Y no encontré la última lágrima que me robaste en este mismo lugar. Dicen que cuando ves la luz, toda tu vida pasa por delante. Deseé con todas mis fuerzas no volver a respirar ni a sentir. Quedarme con las almas perdidas que divagan por estas manzanas y sobre todo, encontrarme con tus restos que yacían alrededor de este edificio. Es lo último que recuerdo. Perdí el conocimiento y el control absoluto de mi cuerpo. Antes de abrir los ojos noté que el sol brillaba con intensidad. Hacía mucho tiempo que no sonreía tanto y antes de recobrar el sentido me advirtió: “No te fíes de las nubes”. El ruido de las ambulancias me despertó. “Tranquila, ha sido sólo una sueño”- me decían unas voces que me resultaban familiares- “Compramos los mismos billetes para ponerte la red y que estuvieras a salvo”. “Es sorprendente” –repetía uno de los médicos “ningún rasguño”. “Es que me ha salido trapecista” contestaba ella con la misma cara que yo solía imitar.

Me levanté y las cinco cogidas de la mano caminamos hasta el amanecer.
¡Feliz año! Hemos llegado a Madrid.
¿¿¿¿¿YYYYYYYYYY???????????? – Les contesté-

martes, 4 de enero de 2011

Un día más o menos

Quedan pocas horas para que amanezca y termine un nuevo día: uno menos.

Las farolas iluminan las calles desiertas y los restos de la noche están decorados de noctámbulos que divagan sin rumbo, perdidos en la madrugada. El silencio se apodera de este Templo que invita a la reflexión y a la desconexión. De vez en cuando se ve interrumpido por los gemidos de una pareja escondida entre los arbustos entregándose los cuerpos ya medio desnudos. Los grados bajo cero que vamos arrastrando no les impide agudizar su pasión. No les importa. Tampoco a los borrachos de al lado que de vez en cuando entonan villancicos que ya han caducado con el tiempo. A mi lado dos chicos, que como yo, han venido a ver amanecer. “¿Me llamarás?” – le preguntaba uno buscando la palma de la mano del otro. “Pues claro. Si no, no te hubiera pedido el teléfono”. No pude evitar entrometerme y mi risa irónica me delató. Sin proponérmelo les había roto su momento idílico y los fuegos artificiales -los suyos claro- se apagaron. Seguí sin contenerme y estallé a carcajadas. Por sus caras no les debió de sentar muy bien mi actitud y se trasladaron al otro extremo de la barandilla. Quería explicarles que no me reía de ellos, que hacía unos minutos yo también había pronunciado las mismas palabras, aunque en mi caso, sin respuesta.. Mi risa nerviosa impidió que me disculpara con ellos y decidí seguir mi camino. Subía las escaleras para contemplar mejor la salida del sol pero, sin ti, se me caían encima después de que nuestros caminos volvieran a cruzarse. Yo también te pregunté una vez más“¿Me llamarás?” y otra vez tus notas, obligadas a actuar de portavoces, contestaron por ti. Me separaban kilómetros de aquél chico que le hizo la misma pregunta a su enamorado (por lo menos por esa noche). Él, deseaba que se parara el tiempo para fotografiar su momento. Yo, que pasaran los minutos deprisa para alejarme de los rotos de la noche.
Ya es de día y el sol sale de su escondite reluciente. Los copos de nieve recibieron a diciembre tiñendo las calles grises de blanco y el cielo descapotado y azul, despidió el año con frío. En esta otra ciudad hace calor. Desde que llegué, no dejan de subir las temperaturas y me sobra el abrigo. Se me olvidó pedirle a las nubes que unieran sus fuerzas para mearnos encima. Demasiados favores que devolverles. Ya se perciben los primeros movimientos. Las calles se visten con sus mejores galas para invitar al consumismo y entre ellas compiten por la decoración y los mejores escaparates. Las idas y venidas empiezan a repetirse. Unos madrugando y otros, sin dormir; unos parando los segundos y otros, acelerando las horas; unos mirando al pasado y otros, creando futuros, pero todos, bajo el mismo techo intentando sobrevivir. Y yo, deslumbrada por los rayos caminando entre cientos de personas sin sentirme una hormiguita más. Demasiados bailes bajo la lluvia sin cantarle al sol. Demasiadas deudas pendientes. Demasiado esfuerzo sale caro. Implorar a las gotas su ausencia, también. Lo sobrenatural es el resultado de las catástrofes. Al fin y al cabo el final feliz no siempre es el más adecuado porque el fin es testigo del presente. Buenas noches. Agárrate fuerte. Nos vamos a Groenlandia.

Quedan pocas horas para que anochezca y empiece un nuevo día. Uno más.