lunes, 14 de junio de 2010

Bailando bajo la lluvia

Las predicciones meteorológicas han vuelto a fallar. Desde que ha despegado el avión no deja de acompañarnos esta maldita lluvia. Con la nueva reglamentación no he cogido la maleta para evitar facturar y en el bolso sólo llevo un bikini, un par de camisetas y un pantalón corto. Sólo son dos días. No necesito más. Cuando he bajado al portal me he dado cuenta de que se me había olvidado la protección solar pero por no subir los cinco pisos de nuevo…. He preferido comprármela ahí. Fin de semana de escapada. Dos días libres de huida y recuperación de aire. Lo que más me gusta de viajar y reencontrarme con esta ciudad es que por más que la piso, me siento una turista más. Siempre hay un rincón por descubrir. No deja de admirarme. El día que muera la incertidumbre no volveré a visitarla. No he traído tampoco el paraguas y por supuesto los gorros los he guardado con el resto de los abrigos.

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de la lluvia. Cuando las gotas dejaban de empapar mi pelo, la echaba de menos. Me inventé hasta una coreografía para recorrer las calles plagadas de gente que cargaba su cámara de fotos para no perder ni un detalle. Me observan y miran atónitos el siguiente paso pero me da igual. Soy feliz. La frialdad que transmiten las grandes avenidas de donde procedo, me había hecho olvidar el placer de las pequeñas cosas ¿O son mis gafas de sol las que no me permiten observarlas? Las gotas de agua fría han despertado mis emociones. No hace falta irse a Nueva York para bailar bajo la lluvia.
No sé ni qué día es hoy ni qué hora es. Antes de coger el avión me aseguré de esconder el reloj en el bolso. Mi primera parada es el mercado. Es el reflejo de la sociedad y no hay mejor sitio para conocer a los habitantes de estos edificios interminables. No me había fijado antes en la cantidad de chinos que hay por estas calles. Los niños salen del colegio con sus mochilas y juegan a policías y ladrones en la plaza de al lado. Recorre un escalofrío en mi cuerpo. Sus caras me recuerdan a cuando era niña y se me olvidaban los deberes… temía volver al colegio el lunes y hasta era capaz de ponerme enferma para no ir. Debe de ser tarde porque está oscureciendo pero no me apetece regresar al hotel. Todavía no.
Me pierdo por los laberintos del zoco. Es aconsejable recorrerlos con un guía para no perderse pero no me apetece escuchar a un desconocido inventándose historias sobre esas calles. Me invade la curiosidad y atravieso el arco de entrada sin saber qué me puedo encontrar a esas horas. El factor sorpresa cubre los detalles que aparecen en la guía turística que ha escrito un tipo que ni siquiera se ha molestado en venir aquí. Así descubrí aquél bar ambientado en El Quijote. No era la única. Cientos de personas habían tenido la misma idea y había decidido salir a pasear para ver la puesta de sol. Ser capaz de controlar el timón me da paz y rozo la libertad.
Llevo horas andando por este lugar y las piernas empiezan a pesarme ¿Qué estará haciendo ahora? Le dije que se viniera pero tenía otros planes y quería descansar. No entendía nada de lo que me estaba explicando y me fui directa al aeropuerto. Hasta ahora no había pensado en ello. Aunque hablemos el mismo idioma es complicado entender y transmitir los pensamientos. Por eso elegí como destino la ciudad encantada. Quizás tenga razón la señora que me ha vendido estas nueces: “Tendrías que haber venido en septiembre”. “Ya”- le contesté- “pero hubiera tenido que privarme de muchas cosas por el mismo precio porque es temporada alta”.
Tal y como preveía me he perdido y cuando quiero poner el pie fuera, ya está amaneciendo. Es de día y los pájaros no paran de cantar dándole la bienvenida al nuevo día que no sé que me va a deparar. Necesita volar como ellos. No es fácil dar el salto a los aires. No nos engañemos. En el cielo también hay obstáculos pero hay que chocarse con las estrellas para vivir esa sensación. Yo estoy harta de experimentarla. No puedo cortar alas y arrastrarles para que sólo canten en mi ventana. Ya le costó bastante aprender a no tropezarse y abrir sus alas cuando volvió a nacer. Reteniéndole regresaría a lo alto y en dirección contraria. Sólo quiere piar ajustando las cuentas pendientes del pasado. Yo soy presente ¿Y qué hago yo en las alturas tan lejos de casa? Caerme sin dirección y sin paracaídas a sus brazos para pedirle que agujeree mi cuerpo con el cuchillo que guardó bajo llave y meta un imán que me impida moverme del suelo donde paseamos y dejamos la marca de nuestros besos decorando las paredes. Hoy puedes sacar tu espada.
Ya no soy la misma que ayer ni antes de ayer. Tampoco la que seré mañana. Lo que no ha cambiado desde que llegué es la lluvia. Cada vez me gusta más el sonido que deja en la ventana, un efecto especial que los de arriba han decidido incorporar para hacer la película que voy creando con las imágenes que voy grabando en mi mente. Cierro los ojos y hay color. Aunque no esté ahí te he guardado un trozo de esa empanada que te encanta. No tenía hambre pero he comprado dos porciones. El dueño de la tienda me ha prometido que se conservará hasta mañana. La envuelvo bien y la meto entre la ropa para que no se estropee. Llamo a recepción para preguntar la hora y otra vez se me ha hecho tarde. Corriendo al aeropuerto. Durante el trayecto intento descansar pero no consigo dormir pese a las horas acumuladas que llevo de sueño. Se han quedado sin mantas y el aire acondicionado tan fuerte, impide que pare de tiritar. Encima hay turbulencias y siempre me han dado miedo las alturas. Me mareo e intento ir al baño. No sabía la cantidad de formas que hay para expresar ese momento…. La que más me ha gustado ha sido la de la mano en la nariz. Anuncian que estamos a punto de llegar, que nos abrochemos los cinturones. 30 grados. De vuelta a Madrid. El sol ha escondido las nubes que provocan las tormentas. Ha dejado de llover. Antes de poner el pie en tierra vuelvo a cerrar los ojos. Escucho música. Regresa el color y vuelven las secuencias que dan sentido a las imágenes que no dejan de recorrer mi cerebro. Ya tengo la banda sonora.