lunes, 28 de junio de 2010

Gracias. Lo siento.

El reflejo de la luna llena nos convirtió en dos lobos desatados por la ira. "Continuará" -nos dijimos la última vez-. Me equivoqué una vez más pensando que el tiempo se encargaría de cerrar el episodio. Semana de intensidades ocultas desenterrada en el desgarro de la noche. Sólo buscabas mis ojos para arrancármelos. Placaje: desangrados y reconstruidos. Te rodeé de manchas que viniste a limpiar. Me subí a ese coche y no logré reconocer las calles vecinas. No llegué. Me metiste en tu agujero. La partida de rugby interrumpida continuó y y a medida que perdía, más indefensa me sentía. Intercambiamos golpes pero no tuvimos que lamentamos bajas. Cuanto más pequeña me hacías, más te gustaba. No. No es amor.
Por eso andamos hacia mi casa ese día. Tú, diferente; yo, especial contigo. Tú y yo rodeados de permanente felicidad compartiendo segundos y palabras que invento, dándoles significado. Ahora al oirte pronunciar lo que no quise escuchar le entiendo porque yo le dije lo mismo y él tampoco me oyó. Pesa... ¿Podré borrarlo si llega a ocurrir? Tú no me lo has reprochado. Me subí al vagón sin remordimientos.No sabía que era tan fácil ser feliz. Cerramos los ojos para mirarnos y los abrimos para no vernos cada uno en su rincón. Fue un desastre. No llegaste puntual pero llegaste a tiempo para volver a bailar bajo la lluvia. Empapados, sin paraguas y sin secador pero contentos ajenos a la oscuridad de la tormenta y saboreando la paz entre risas de absurdas historias de ranas. Disfrutamos introduciéndonos en nuestros pensamientos y acertamos adivinanzas. La complicidad es la forma que tenemos de entendernos. Colocaste mi mano sobre tu pecho y la tatué mientras dormías. Mi olor te pone a salvo. Me leíste la mente y regresaste. Nos resguardamos.La claridad insonoriza el ruido de la tormenta. Abre las alas y vuela. Vete... Nuestras mentes volaron al anochecer y no han vuelto al amanecer. Hoy, me voy con sabor agridulce esperando tus brazos.