jueves, 24 de junio de 2010

Desde África sin skype

Cuando sonó la voz de Robert Smith despertándome, pedí con todas mis fuerzas cerrar los ojos y ocultarme entre las sábanas. Mi inconsciente intuyó que no sería un Gran Día. Última grabación de esta semana y los datos bailan en el aire. Seguro que el guión volvería a cambiarse cuatro veces y la última, entre gritos, antes de empezar a grabar. Pierdo el metro, el tren y llego tarde por segundo día consecutivo… Va a resultar que no soy tan asquerosamente puntual… Después de un salto apoyé mis piernas contra el suelo y… mierda! La izquierda…. Confirmado: esta vez mi consciente sabía que no iría bien. Todas son caras largas a mi alrededor así que la mía tampoco llamaba la atención. Es justo lo que necesitaba…. Energía negativa para sumarla a la mía. Mis gritos y saltos de fondo por falta de tiempo no se entendían entre los del resto….. 3,2,1 tranquilidad…. Todo está en su sitio y hoy va Ella con la última versión. Da igual que no hayan incluido las imágenes, el contenido esta íntegro. Paz y aburrimiento después de sobredosis de adrenalina. Para no dormirme adelanto lo previsto para la semana que viene pero no puedo concentrarme. Estoy desinspirada. El tren llega rápido, hay aire acondicionado, me gusta lo que leo… Gira el rumbo… y parece que a mejor… El timbre de abajo interrumpe mi soledad y sí!! Por fin ha regresado al mundo!! Hacía tanto que no la veía... Pasara lo que pasara, ya era feliz. Da igual si no escribe. En realidad fueron pocos días y el olvido a corto plazo es más fácil. Si le hubiera visto estaría empapada de lanzarme al mar, sólo faltaba un día. Además soy la mujer de hierro ¿Verdad? Aunque me quité el disfraz de guerrera por unos días ¿Ves cómo íbamos a necesitar la espada? Siempre hay algún malhechor por el camino que te intenta robar lo poco que te dejaron. Fueron capaces de que desconectara de lo que tenía que escribir al día siguiente, una mezcla perfecta con el equilibrio mental y corporal que me dejaron las clases donde aprendemos aplicar las técnicas del método Alexander. No sentía nada. Casi todos los miércoles mis piernas se mueven por inercia. Mi cuerpo relajado levita incluso subiendo las estrechas escaleras de mi casa. Y cuando estaba lista para cerrar la jornada en el mismo colchón donde la había empezado…. Suena The Passenger… Llamada. Ni se me pasó por la cabeza que fuera él… y no era. Miré el móvil y no podía parar de reír. Hacía pocos días que no sabía nada de ti… normal… nos separan miles de kilómetros… Eres increíble. No me saludaste ni con un “hola o qué tal”. Ponte el Skype!! ¿Me llamas desde la otra parte del mundo para pedirme que me ponga el Skype? La distancia entrecortaba tus palabras y me asomo a la ventana y fuegos artificiales en pleno centro de Madrid anunciando la noche más larga ¿Qué mejor forma de terminar el día que con quién empecé a vivir intensamente? Fue el primero en todo. Hubiera vendido mi alma a cualquier precio por asomarme y ver que 10 años después, seguirías marcando mi número de teléfono de forma habitual. El primero en escuchar mi te quiero que sólo he sido capaz de utilizar dos veces más y mal. Sellamos metas jugando con mi escayola en la piscina o nuestro primer trabajo en Londres rodeándonos de micrófonos en el Rey de las hamburguesas. Lo has conseguido. Hoy estás en la cúspide. Fue la primera vez que te vi llorar. Yo sin embargo, intercambié la lluvia de Inglaterra por mis ojos. No volvimos a ser los mismos y yo nunca volví a tirarme de un coche en marcha. Ya no éramos dos niños. Habíamos crecido. 18 años después, podemos decir orgullosos que estemos donde estemos, estamos. Ni en la distancia de los primeros meses separados, dejamos de ser esos misteriosos amigos.